La violencia que no se ve como violencia

Existen muchos movimientos contra la violencia de género, sin embargo, es poco conocido otro tipo de violencia que se lleva a cabo contra las mujeres de forma que ni siquiera ellas mismas son conscientes. De hecho, en muchas ocasiones las mujeres llegan a sentirse mal por no considerar apropiado el modo en que son tratadas en relación a su vida reproductiva, pero son incapaces de expresarlo. El tipo de violencia al que me refiero se llama violencia obstétrica

Nos hemos acostumbrado a que, por norma general, en nuestra sociedad se medicalicen los procesos naturales, perdiendo, una vez más, el instinto y poder personal que otorgamos, sin darnos cuenta, a todos los poderes que se lucran haciéndonos creer que la ayuda externa siempre es necesaria.

Cuesta trabajo entender como, por ejemplo,  en algo tan grave como las picaduras de serpientes -unos 5 millones los casos anuales, con unas 400.000 mutilaciones/desfiguraciones y unas 100.000 muertes-no se invierta en la búsqueda de antídotos contra el veneno, aunque, por otra parte, es fácil comprender que, como la mayoría de estos casos se producen en personas de medios rurales o de países sin poder adquisitivo, no resultaría demasiado rentable. Es mucho más lucrativo hacer estudios en países con alto poder adquisitivo, donde se produce, en muchas ocasiones, un verdadero encarnizamiento con la mujer y el tema de la reproducción.

Según señala el doctor Juan Gérvas :» este tipo de violencia de género es una forma de violación de forma específica de los derechos humanos y reproductivos de las mujeres, incluyendo la violación de los derechos a la igualdad, a la no discriminación, a la información, a la integridad, a la salud y a la autonomía reproductiva. Se genera en el entorno de la concepción, embarazo, parto, puerperio y lactancia en los servicios sanitarios públicos y privados pues confluyen violencia profesional e institucional contra las mujeres. Es parte de una violencia que intenta someter a la mujer con un simbolismo crudo y brutal, un ejercicio de poder y dominio aprovechando la situación de fragilidad e indefensión de la mujer en situaciones como el parto».

En general, la mujer no es informada de todas las opciones que existen sobre todo cuando esas opciones no pertenecen al protocolo habitual. No se informa, por supuesto, de que el mejor lugar para parir es el domicilio y sobre todo cuando se es multípara y se prevé un parto de bajo riesgo, ya que el parto en casa lleva menos intervenciones y el mismo resultado.  Tampoco se informa de los riesgos de anestesias y cesáreas,estas últimas  en muchísimos casos innecesarias y , sin embargo, son practicadas en un número muy superior al aconsejado por la OMS.  No sabemos tampoco que la instrumentalización de los partos ( fórceps, ventosa o espátulas) es mucho más habitual de lo realmente deseable, así como la inducción al parto. Si pudiéramos decidir basándonos en esa información, entonces estaríamos hablando de verdadera libertad.

Acudimos al hospital a parir muertas de miedo habiendo tenido muy poca conexión con lo que realmente está pasando en nuestro cuerpo y sin saber que estamos a punto de comenzar un proceso sumamente natural que con ayuda de profesional especializado se podría realizar de forma más consciente y humana, salvo en raras excepciones en las que se hiciera necesaria la hospitalización.

Todo esto nos lleva a que en la mayoría de los partos nazcan niños que ya han vivido el pánico que han experimentado sus madres, siendo este el punto de partida de una vida dominada por el miedo.

Se hace necesario despertar a un nuevo sistema social, de sanidad, más humano  y menos medicalizado, en general. Para esto  solo es necesario tener toda la información y entender que solo cada uno de nosotros sabe qué es lo mejor para si mismo, olvidando el poder que le hemos dado al control exterior.

 

 

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